Un viaje a ninguna parte

Voy a ninguna parte. Mi viaje no tiene destino. Me acomodo y, en un instante, me siento suspendida en la levedad de mi propia existencia, allí donde los pensamientos se deshacen antes de tomar forma. Solo un flujo constante de conciencia, que se disuelve y se reinventa en cada momento. Recuerdo que pensé en emprender este viaje, con aquella frase todavía revoloteando en mi cabeza. Cerré los ojos, y en la vastedad de mi mente, los pensamientos emergieron como destellos fugaces; algunos claros como el agua, otros difusos entre tinieblas. Pero, al igual que las olas, fueron y vinieron, a su antojo. Cada pensamiento se me mostró como un paisaje cambiante. Al principio, se amontonaron, como voces solapadas luchando por ser escuchadas. Luego se descompusieron en fragmentos brillantes, como estrellas, entre los cuales me perdí tratando de alcanzarlos. Y, como si flotara en un espacio sin gravedad, donde mi cuerpo era solo un eco lejano, me pregunté: ¿qué soy? ¿Una idea fugaz? ¿O solo un...